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¿Quién es el hombre de negro?
La nueva expo del Museo ABC, del artista Chema López, utiliza un clásico del ‘thriller’ y un libro capital de la crítica de arte para reflexionar sobre los engaños y verdades ocultos en las imágenes.
Ianko López, Revista TAAD
La pequeña Gritli Moser ha sido asesinada. Y la única pista de la que el comisario Matthäi dispone para encontrar al criminal es un dibujo en el que se ve cómo un gigante vestido de negro entrega a la niña lo que parecen diminutos erizos en presencia de un mago. En el argumento de la película El cebo, coproducción hispanosuiza dirigida en 1958 por Ladislao Vajda a partir de un guion de Friedrich Dürrenmatt, la resolución del enigma (quién era el asesino, “el hombre de negro”) pasaba por la interpretación de este dibujo infantil, bajo la premisa –explicada a Matthäi por un psicólogo– de que los niños reescriben la realidad transformándola en cuentos, y que por tanto cada elemento de la imagen debía explicarse no de manera literal, sino simbólica. Desentrañar el misterio requería un auténtico análisis iconográfico similar al que realizaría un crítico de arte sobre, pongamos por caso, un cuadro renacentista.
Chema López (Albacete, 1969) parte de esta idea para armar la columna vertebral de La ilusión y el miedo, la exposición que ahora puede verse en el Museo ABC de Madrid como parte del programa Conexiones de esta institución y la Fundación Banco Santander, comisariado por Óscar Alonso Molina. Y la pone en relación con uno de los textos más relevantes de la crítica de arte del siglo XX, Arte e ilusión. Estudio sobre la psicología de la representación pictórica, escrito por Ernst Gombrich más o menos por la misma época en que El cebo se estrenaba. En su libro, Gombrich se enfrentaba a la cuestión de la representación en el arte señalando que el artista utiliza imágenes concretas, que no dejan de ser estereotipos formales, para representar unas ideas abstractas. Así, toda imagen creada contiene gran cantidad de información que es posible detectar a través del correspondiente análisis, pero también, por definición, toda imagen es engañosa, y por tanto cualquier interpretación que se haga a partir de ella podría resultar errónea.
Esa dualidad de la imagen, su doble naturaleza de fuente de datos y medio de manipulación, es lo que realmente une todas las piezas que componen la exposición de López, y que no solo aluden a El cebo y Arte e ilusión, sino también, entre otros, al director de cine Nicholas Ray, la película El espíritu de la colmena de Víctor Erice, la pintura barroca de Valdés Leal, la novela Otra vuelta de tuerca de Henry James, el arte informalista, la caída de los últimos maquis y, en general, el clima político y social de España en los años en que, justamente, se estrenó la película de Vajda y se publicó el libro de Gombrich. Un momento en el que el régimen franquista renunciaba a la iconografía fascista para aspirar a convertirse en un Estado europeo moderno, punto de inflexión marcado simbólicamente por la visita del presidente americano Eisenhower en 1959, que venía a legitimar este nuevo estatus. Como lo hacía, desde el plano cultural, la aparición de creadores de vanguardia como los miembros del grupo El Paso (no es casual la alusión a la Brigitte Bardot pintada por Antonio Saura, cara visible de una supuesta modernidad española), que de alguna manera habría cooperado en esta misión, aunque fuera a su pesar.
Para ello, y aumentando la complejidad del discurso en un juego de espejos o, como él dice, en un “bucle barroco”, López despliega una serie de representaciones de la representación: por eso lo que originalmente era una fotografía sirve de modelo a una pintura mural, unos dibujos de las imágenes de la película de Vajda y extractos del libro de Gombrich se hacen pasar por las galeradas de un libro desplegadas sobre una mesa, o –rizando el rizo- una fotografía promocional que contiene el dibujo de la niña Gritli es a su vez figurada en una pintura al óleo.
“¿Qué es la imagen? ¿Quién es el hombre de negro?”, son las dos preguntas que, en alemán, aparecen serigrafiadas en una pared de la sala. Si las vinculamos con el título de la exposición, la primera cuestión hace referencia a la “ilusión” y la segunda al “miedo”. La resolución de este enigma doble podría encontrarse en la página de un periódico de 1960 que López reproduce, y donde se da cuenta de la muerte a tiros de un “malhechor” llamado Quico Sabaté a manos de la Guardia Civil. Un análisis realizado desde su debido contexto nos informaría de que ese malhechor era en realidad un activista antifranquista que se disponía junto a unos compañeros a rescatar a otro que había sido apresado. Para la España de la época, el “hombre de negro” oficial sería el anarquista Sabaté, tal y como esa imagen tomada de un diario de entonces nos haría creer, pero hoy podemos interpretar de otra manera esta página informativa. Lo mismo ocurre en El cebo, donde el primer individuo señalado como culpable es un hombre cuya muerte cierra el caso de manera oficial, hipótesis que no convence al comisario Matthäi, que piensa que el verdadero asesino sigue “ahí afuera”.
Chema López espera de nosotros, los espectadores, que como Matthäi cuestionemos la versión oficial y que acudamos a la imagen para desentrañar sus misterios, separando los auténticos datos del engaño que los envuelve, e identifiquemos así al auténtico “hombre de negro”. Que en este caso podría ser precisamente alguien que no está ahí: López barajó la posibilidad de incluir de forma expresa la figura de Franco en uno de los dibujos de la exposición, y finalmente renunció a ello por encontrarlo demasiado evidente. Pero sucede que a veces la supresión de un elemento es la manera más efectiva de resaltarlo.
Claro que, también a veces, despejar la incógnita no conduce hasta el final feliz que esperábamos. Sí en la película de Vajda, donde en efecto se atrapaba al criminal gracias a la pericia de Mattäi, que demostraba así que su teoría era la correcta. Pero Dürrenmatt, descontento con este desenlace impuesto por motivos comerciales, convirtió su guion en una novela en la que el hombre de negro fallece accidentalmente justo cuando se encamina hacia su cita con el comisario, que se hunde para siempre en la locura y el alcoholismo al creer que no fue capaz de resolver el caso. La historia, incorporando este nuevo giro, fue adaptada por Sean Penn en 2001 con su película The Pledge (El juramento), protagonizada por Jack Nicholson. A la salida de la exposición, las dudas sobre lo que hemos visto nos asaltan igual que allí le ocurre al investigador. Porque, como escribió Gombrich, “todo cuadro es una hipótesis que ponemos a prueba al mirarlo”.
Conexiones 14. Chema López. La ilusión y el miedo
Museo ABC. Calle de Amaniel, 29. Madrid
Hasta el 1 de abril de 2018