Remake
Manuel Arranz
Chema López
El ladrón y el copista.
Duplicaciones y repeticiones para crear
realidad desde la ficción.
Valencia, Universidad Politécnica de Valencia, 2012
Si una soleada mañana de domingo, antes de que empiece ya a hacer calor, se acerca usted al rastro, seguramente – pongamos que usted no es muy exigente (sólo es una suposición) – por unos pocos euros podrá llevarse a su casa algún bonito cuadro sin ningún valor artístico y, con algo de suerte, un espantoso marco “de época”. Pongamos también que le gustan las marinas, a mucha gente le gustan las marinas, y después de un pequeño regateo (le aconsejo que ofrezca la décima parte de lo que le pidan y acabe pagando la mitad, siempre habrá pagado el doble de su valor) se lo lleva a su casa, saca la cámara de vídeo, si tiene un buen móvil le servirá lo mismo, y grabe unos minutos acercando y alejando la cámara al barco pintado en el cuadro, de manera que parezca que esté navegando. Marcel Broodthaers, en 1974, hizo algo parecido (no con un móvil evidentemente). En su Un voyage en mer du nord, filmó durante cuatro minutos un cuadro de un aficionado del siglo XIX que había encontrado en un anticuario, una marina precisamente, y acompañó la filmación de un librito ilustrado según el mismo principio de la repetición, el doble, la copia, la imagen de la imagen, el movimiento inmóvil, etc. (Les facilito aquí la dirección por si quieren verlo, no tiene desperdicio: http://www.youtube.com/watch?v=dQPKG1efWGg). Así que bien podría decirse que Broodthaers creó realidad, o una ilusión de realidad, lo que muchas veces viene a ser lo mismo, a través de una ficción.
Crear realidad desde la ficción es precisamente el subtítulo de El ladrón y el copista, ensayo de Chema López sobre, o a partir de, una obra propia: Remake, donde, hacia el final de la misma, leemos la frase: “toda obra se nutre y apoya en una obra anterior que le sirve de referencia e inspiración”. Remake es “un cuadro políptico o instalación pictórica” (Broodthaers era muy aficionado a ambas cosas y, digámoslo ya, nada más lejos de nuestro ánimo establecer algún tipo de comparación) cuyos componentes el autor describe detalladamente, además de reproducirlos en el libro, y a partir de los cuales nos invita a reflexionar sobre lo que vemos en lo que vemos. Y lo que vemos es, entre otras cosas, una imagen duplicada, basada en una fotografía de Jesse James, personaje legendario por antonomasia de las películas del oeste, género a su vez clásico del cine que reproduce una serie de clichés fácilmente reconocibles. Que el cine, ese gran imaginario como dirían los psicoanalistas, tan aficionados ellos también al tema del doble, nutre nuestra experiencia de la realidad, es algo incuestionable (o lo era hasta hace poco). En El ladrón y el copista Chema López apunta cuestiones esenciales de la teoría y la práctica de la pintura actual. Cuestiones, nuevas relativamente, pero la novedad también es un valor relativo, como las que plantean la copia, la repetición o la variación en la producción de sentido, que ponen en juego el principio mismo de realidad. En su ensayo Lo real y su doble, Clément Rosset, una de las referencias de Chema López, habla de pintores que pintan cosas y pintores que pintan acontecimientos, sucesos. Oportuna y tópica distinción sin duda. Aunque en este caso, en el caso de Remake, en el caso de El ladrón y el copista, tal vez sea mejor, como hace el autor, hablar de conceptos (¿se puede pintar un concepto?). Los conceptos de “representación, repetición, originalidad y copia” fundamentales en todo proceso de creación (seguramente habría que subrayar el término proceso), y fundamentales también, no hace falta decirlo, en la época de la reproductibilidad de la obra de arte, o de la reproductibilidad a secas, con todas sus implicaciones artísticas y mercantiles que ya no escapan a nadie.
Imagen, texto y vídeo (medios distintos para un mismo fin) le sirven al autor, al artista, no ya para representar la realidad, función ésta abandonada hace tiempo por el arte, sino, propiamente hablando, para crearla a partir del estatuto de ficción de todo arte, incluso del dudoso estatuto de autor de todo autor. En resumen: un sugestivo, bastante didáctico, y ameno ensayo (virtud esta que escasea en los ensayos) sobre algunos de los temas recurrentes que suscita la pintura actual, y que nos ayuda a entenderla, a leerla, a descifrarla. Pero, ¿se puede seguir hablando de temas y se puede seguir hablando de pintura? Conclusión: Ni todo es ficción en la ficción, ni todo es realidad en la realidad.
(Publicado en: Levante (Posdata), 21 de junio de 2013)